Comencé a jugar al fútbol prácticamente cuando di mis primeros pasos, y si me costaba caminar, más aún patear una pelota. Pero no había nada que me detenga. No tenía adversarios. A mi cerebro concreto no se le ocurría decirme “esto no es para vos”, me caía y sin ningún rollo me volvía a levantar para seguir disfrutando, corriendo, aprendiendo.
¿Cosa de niños?
Hoy, mirando hacia atrás me di cuenta que a medida que vamos creciendo, ese cerebro concreto se va complejizando, sumando historias que vamos escuchando y viviendo, haciéndolas propias, generando un ambiente cómodo para que crezcan creencias, que sin cuestionarlas permitan que una voz interior tome protagonismo y rompa con el fluir, con el disfrute.
Entonces me surge una pregunta: ¿qué pasaría si empiezo a cuestionar esas historias? Desde el coaching decimos que somos creadores de realidades, por lo tanto, si no nos gusta la historia que nos estamos contando, podemos elegir otra que nos guste más y volver a poner en acción ese ciclo de manera indefinida.
Nuestro mayor adversario
Cuando empezamos a practicar un deporte, sea cual sea, podemos elegir distintos caminos. Algunos tomaremos uno que transcurra por espacios de alto rendimiento, otros elegirán moverse en esferas propias del amateurismo, otros vivirán el deporte como un hobby, un pasatiempo. En fin, sea cual sea el camino elegido hay cosas que todos compartimos al momento de competir y una de ellas es que todos tenemos adversarios. Y pluralizo esta palabra porque por más que juguemos contra un solo contrincante físico, existe siempre uno que va con nosotros a todos lados, ese que nos conversa, nos juzga, nos potencia y que si no aprendemos a gestionar, nos limita y nos coarta interfiriendo en cada ejecución, alejándonos de los resultados que queremos conseguir y boicoteando la conexión con todo nuestro potencial. Ese contrincante es ese Yo que vive adentro nuestro, es interno y conoce nuestros secretos mejor que nadie.
Con certeza no voy a poder controlar, si gestionar
El coaching es una disciplina que tiene como objetivo encontrar la mejor versión de las personas y uno de los que dio el puntapié inicial fue Timothy Gallwey y me parece oportuno nombrarlo dado que, de su libro “el juego interior del tenis”, se desprende una fórmula que nombraré a continuación y que tiene que ver con los resultados que podemos obtener. Y en el ámbito deportivo, al igual que en las organizaciones es condición necesaria obtenerlos y que sean positivos, siendo los coaches colaboradores en la gestión de los proceso para lograrlos.
Mira también ¿Qué es el Coaching Ontológico?
Las fórmulas son una invitación a la certeza, un encuentro con lo que va a ocurrir, con la tan importante anticipación, con el control. Y más si ya sé cómo se componen esas ecuaciones y cuáles son las variables. Aquí aparece la incertidumbre porque esas variables van a ir cambiando con el paso del tiempo y con ellas las métricas.
En el deporte es muy complejo saber con exactitud lo que va a ocurrir por el alto grado de imprevisibilidad, y si bien podemos apostar con seguridad adelantándonos a lo que va a suceder, nada garantiza que sea de esa manera.
En este caso esto tiene que ver más con el juego que con las matemáticas y la fórmula en cuestión: Pe = Po – I. La performance (Pe) –nuestra mejor versión, eso que tanto soñamos– es igual al potencial (Po) –todo el talento que tenemos-, menos las interferencias (I) –creencias limitantes, conversaciones con nosotros mismos y con los demás-.
Si de fórmulas hablamos: ¿cuáles son los resultados que dan las tuyas como futbolista y/o deportista?
A trabajar…
¿Cómo juegan tus adversarios?
Para ganar un partido, tu partido, no suele alcanzar con eso que consideras que es rendir al “máximo de tu capacidad”. Digo esto porque el punto más álgido de tus capacidades siempre es superior al que piensas que tienes y dentro de ti se esconde un potencial capaz de multiplicar tus resultados positivos.
Conocer cómo juegan tus adversarios se suele concebir cómo un trabajo de investigación propio del espionaje, con un profundo análisis de situaciones y talento de mis contrincantes y buscar la manera de contrarrestarlos con las habilidades propias, y dado el caso, del equipo.
Realizar este ejercicio, observando “lo externo” para conocer sus habilidades y debilidades me parece propio de una mirada inteligente. Y más inteligente aún hacer una búsqueda intensiva, comprensiva, exhaustiva y amorosa del contrincante más complejo que tenemos: ese que vive en nuestro interior y que no solemos trabajar con la misma periodicidad con la que trabajamos la parte física, táctica y técnica. Esa parte emocional viene, de alguna manera, a unir y potenciar las características de cada deportista y queda en mayor evidencia cuando el lugar de competencia tiene cita en el alto rendimiento.
–La invitación es que hoy, siendo adultos, volvamos a jugar como niños. Qué confiemos en el Yo número 2, ese ejecutante de acciones que nos permite desplegar todo nuestro potencial, conectarnos con todo nuestro talento y conseguir los resultados que siempre quisimos conseguir.