“Observa tus pensamientos, porque se convierten en palabras”
“Observa tus palabras, porque se convierten en actos”
“Observa tus actos, porque se convierten en hábitos”
“Observa tus hábitos, porque se convierten carácter”
“Observa tu carácter, porque se convertirá en tu destino”
Ghandi
Hace unas semanas me convocaron de una empresa multinacional del sector químico, en la cual hablé sobre la importancia de dar Feedback Constructivista y sus diferencias del Feedback tradicional. Asistieron cerca de 40 integrantes de la organización, de diferentes áreas y distintos niveles jerárquicos.
Sin entrar en detalles del contenido del encuentro, sobre lo cual escribiré próximamente, las personas encontraron un gran valor en la herramienta, la cual les iba a permitir ganar confianza entre los colaboradores, mejorar las relaciones, ampliar el campo de sus acciones y lograr los resultados esperados. De hecho, noté mucha participación, entusiasmo y hasta esperanzas de que al fin el cambio tan esperado llegue.
“Yo puedo cambiar, pero si al otro no le interesa, no puedo hacer nada”.
Sin embargo, al finalizar el encuentro, completaron una pequeña encuesta que arrojó como resultado que más del 85% de los participantes consideró que es “difícil” de implementar dicha herramienta en la organización.
Cuando indagué acerca de que a qué llaman “difícil”, escuché respuestas cómo:
“Si el otro no me pide que le dé feedback, para qué se lo voy a dar yo”, “Voy a intentarlo un par de veces, y como no me van a dar bola, me voy a sentir mal.”, “Ya una vez lo quisimos hacer, pero no resultó”.
Lo cual no me sorprendió en absoluto y paso a explicar mi interpretación del por qué.
¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?
Las personas nos apegamos emocionalmente a nuestros valores, creencias, visiones y experiencias previas. Tal es así que muchas veces están tan arraigadas en nuestro inconsciente, que ni sabemos que están.
Cuando comenzamos a abrir los ojos, vislumbrando que las cosas pueden ser diferentes, comenzamos a sentir de a poco un entusiasmo casi desconocido, a motivarnos, darnos aliento a la posibilidad de accionar diferente y vivir alineados a nuestros pensamientos y emociones.
Pero de pronto, en segundos quizás, aparecen el miedo, la ansiedad y una profunda incomodidad personal que surgen a partir de que se asoma algo nuevo y desconocido, producto de «estar saliendo» de nuestra zona confortable. Seguido de un resentimiento provocado por experiencias previas que no funcionaron para finalizar resignándonos sin siquiera intentarlo. Esto hace que en muchos casos nos paralicemos en nuestro accionar hasta adormecer el incipiente despertar. Ese despertar que nos pedía a gritos la necesidad de cambio.
Entonces ahí volvemos a estar cómodos, es nuestro lugar preferido, que es el de la queja, el de mirar para otro lado y esperar que las cosas sucedan por arte de magia.
5 aptitudes para pasar de la reflexión a la acción
Es aquí dónde precisamos de ciertas fortalezas en nuestro habla y emocionales, que nos den la capacidad de sentirnos a gusto frente a la incertidumbre, mantenernos enfocados en nuestro propósito y poder diseñarnos para la acción:
- ¿Que quiero que pase en mi vida? Es clave respondernos a ésta pregunta. Es mi declaración, mi para qué? Rafael Etcheverría, en su libro Ontología del Lenguaje, define a la declaracion como un acto del habla que cambia la realidad. La acción de hacer una declaración genera un nuevo mundo. Escribila en un papel, en tu perfil, grabala, gritala al mundo o lo que te sirva más para tenerla presente todos los días, siendo consciente que tu energía y esfuerzo estarán alineados con ella. Tiene que ser expresada en positivo, que dependa 100% de vos y que genere un bienestar tanto en vos como tu entorno. ¿Voy a seguir naufragando en un mar a la deriva o voy a tomar el timón de mi vida de una buena vez? ¿Quién quiero ser?
- La Confianza en uno mismo es necesaria para generar el cambio. Creer en mis capacidades, ser coherente entre mi declaración y hacia dónde voy con mis acciones, cumplir con nuestras promesas y jugármela mi 100% todos días, nos va a facilitar el camino hacia dónde queremos ir. Nos va a dotar de seguridad para iniciar el recorrido y sostenerlo ante momentos de dudas. Si no te sentís con la confianza suficiente, un buen punto para empezar a recuperarla es listar al menos 3 acontecimientos en cualquier ámbito de tu vida que de no haber sido por tu intervención, no hubiesen sucedido, y revivilas para darte cuenta que sos capaz.
- Persistencia a seguir accionado hacia aquello que queremos lograr. En el trayecto vamos a intentar boicotearnos varias veces y a encontrar personas que resistan al cambio, que nos juzguen y que nos condenen socialmente, que nos hará alejarnos de nuestras declaraciones. Lo aceptamos como viene sin fastidio porque entendemos que es algo natural, agradecemos esta señal que nos otorga conciencia para seguir el camino elegido y lo trascendemos, lo dejamos pasar. Aquí podemos volver a retomar nuestro para qué y a la confianza las veces que sea necesario hasta que estemos alineados nuevamente.
- Persuasión. Al ser seres sociales, necesitamos sí o sí de la coordinación de acciones con otros. Nuestra capacidad para declarar nuestro para qué y mostrarnos vulnerables frente a los demás nos puede habilitar a enrolar al otro haciéndolo un colaborador más que un opinólogo. Aquí es necesario hacerle saber qué necesitamos del otro, y que podemos nosotros ofrecerle, sellando los términos con una promesa de cumplimiento de ambas partes.
- Actuar responsablemente. Implicar ser el actor principal de la película. El protagonista no se rige reaccionando frente a lo que acontece a su alrededor, sino que es el hacedor de que las cosas sucedan. Es nuestra manera que elegimos de vivir.
Para lograr una transformación cultural en una organización, si bien el compromiso manifiesto de los líderes facilitan los procesos de cambio, podemos empezar por nosotros mismos.
“Necesitábamos un cambio fundamental en nuestra actitud hacia la vida. Teníamos que enseñar a los hombres desesperados que en realidad no importaba lo que esperáramos de la vida, sino que esperaba la vida de nosotros”.
Victor Frankl