Inquietud por la velocidad
Cada mañana, al bajar las escaleras de su departamento, Rosa lo hacía con una rapidez casi frenética. Corría para ganarle al tiempo, queriendo llegar a su trabajo con puntualidad. Se desempeñaba como jefa del Servicio al Cliente de un importante supermercado en su localidad, donde se encargaba de las operaciones de facturación.
Aquella mañana, mientras apuraba el paso, se encontró en el camino con su vecino Raúl, un prestigioso CEO de una asociación de clínicas.
– “¿Hola Raúl? ¿Como vas con tu señal de internet? Me comentaste que perdías señal frecuentemente y te tomaba mucho tiempo con la reconexión”-
Raúl le respondió que había resuelto la velocidad de su internet gracias a un cambio de operador que le ofrecía Fibra Óptica. Rosa presurosa, subió a su automóvil y arrancó pensando en la respuesta de Raúl.
La velocidad era su norte y lo aplicaba en todo sentido en su vida. A esas horas de la mañana ya tenía agenda completa en la oficina, y había dispuesto la cena en la casa, así como quien llevaría a sus hijos a los deportes que practican, y al finalizar el día, salir con su esposo a visitar a una amiga que le presentaría a un especialista en diseño de facturas digitales.
Llamados a la impaciencia
Para Rosa, la zona de confort no existía. Cualquier cambio que pudiera mejorar su vida o hacer más rápido su trabajo, estaba en su radar. Esa misma tarde hizo el llamado para cambiar de operador de internet y quedó gratamente sorprendida por la rapidez con la que el nuevo operador le brindaría el servicio. Al día siguiente llegarían los técnicos de la instalación de fibra óptica. Sin embargo, cambiar de operador requería dar de baja al anterior, y eso se convirtió en una odisea.
La primera llamada al operador de servicios original para darse de baja se inició con una frase directiva y contundente: “Buenos dias, estoy llamando para darme de baja en el servicio”. Luego, la llamada resultó en una larga serie de preguntas que parecían innecesarias, y al término de ellas, el operador telefónico afirmó que no tenía acceso al sistema y no pudo ayudarla.
Rosa decidió intentarlo nuevamente unas horas después, pero la respuesta fue la misma. Las dudas comenzaron a asaltarla “¿Cómo un operador de telecomunicaciones puede tener problemas con el sistema?”.
Al segundo día, Rosa insistió en su objetivo de darse de baja. Sin embargo, la conversación se complicó cuando después de largas y repetitivas preguntas de rutina, le insinuaron que las respuestas no eran las correctas y que no podían continuar con la llamada, cortando la comunicación abruptamente.
Rosa sintió que su rostro se entibiaba, su cuerpo iba de un lado a otro, la frustración que sentía era incontrolable, esperaba que este trámite fuera más sencillo, no sabía que se iba a encontrar con tantas trabas, y aparecían sus juicios en el sentido que el operador estaba haciendo esto adrede para impedir su salida.
Al tercer día Rosa volvió a llamar para ingresar su solicitud de baja en el servicio. Pero su paciencia se estaba agotando. La operadora telefónica le ofreció descuentos y, a pesar de su prisa, Rosa insistió en su objetivo de darse de baja. Sin embargo, la conversación se volvió complicada y Rosa, sintiéndose frustrada, elevó la voz y amenazó con denunciar al operador ante el Organismo Supervisor.
Química del enojo
En el cuerpo de Rosa, fluía adrenalina. Sus neurotransmisores la llevaban hacia un estado de alerta y confrontación. La frustración la llevó a pensar que el operador telefónico estaba conspirando para retenerla, aunque no tenía pruebas.
Su enojo la llevó a generarse ideas sobre una intención adversa del operador telefónico, su cuerpo se mostraba tenso, le dolía el cuello y se había generado un conflicto interno al no haber tenido forma de descargar su fastidio. Se sentía cansada, falta de energía, en su cuerpo corría una ráfaga de adrenalina, recordando las duras palabras y amenazas que uso con los operadores telefónicos, sentía remordimiento; solo esperó que el día terminara, y decidió descansar.
Su perfil de ejecutiva ágil en todo lo que realiza, en este momento le había jugado en contra.
Un trago de esperanza
Esa noche Rosa y su esposo salieron a tomar un trago dispuesta a dejar el apuro y confiarle lo que había sucedido. Tuvieron una conversación abierta incluyendo las palabras duras y las amenazas que Rosa había usado con las personas que respondieron la llamada. Rosa sintió que estaba realizando una catarsis.
Le confesó a su esposo durante esta conversación que, sentía que no podía manejar la situación, que el enojo la agobiaba. Su esposo le recordó que el enojo es una de las emociones que más ha preocupado a la humanidad, que todos solemos enojarnos cuando algo nos frustra y que el reto está en aprender a transformar la energía del enojo que destruye en otra que resuelva.
Le hizo saber que lo sucedido era una oportunidad para aprender y que si ella quería podría dar un valioso paso hacia el aprendizaje en el trato con las personas. Luego la tomó de las manos con ternura le hizo saber que confiaba en ella, que la amaba y que sabía que tenía la fuerza interior para superar este desafío.
Esta conversación le dejó a Rosa el grato sabor de la aceptación y la energía positiva que la animó a seguir en su intento de darse de baja del servicio, pero de otra manera.
Sentada en su cama, reflexionaba con un ánimo diferente, – ¿Cuál sería el camino para lograr lo que necesitaba? – y en tanto pensaba ponía adelante el trato con personas al otro lado del teléfono, pensaba en el respeto y una sensación de tranquilidad ingresaba a su cuerpo con cada respiración que daba. Miró su mesa de noche y ahí estaba. ese libro que tenía abandonado, “El poder de las conversaciones”-Así se quedó dormida.
El Poder de las Conversaciones
La conversación con su esposo le permitió liberar su frustración. Reconoció que su enojo la había cegado y había construido un conflicto imaginario. Pero ahora, una vez calmada, diseño una conversación efectiva y respetuosa con el operador. Persistió en el cambio y, aunque la respuesta no fue la que esperaba, no se enojó y más bien con amabilidad y tranquilidad en su voz tuvo el siguiente sencillo diálogo:
– “Buenos dias, soy Rosa Luna y estoy llamando para hacer una consulta”
-En que la podemos ayudar’-
– “Quisiera contar con Fibra Óptica en mi servicio hogar; ¿pueden ustedes darme ese servicio?”
– “Por ahora carecemos de facilidades técnicas en su zona, pero podemos ofrecerle 50 MB adicionales por U$50” – respondió la operadora.
– “¿Comprendo señorita, sólo que esa suma ya no la tengo presupuestada, podría ayudarme usted por favor para darme de baja ahora?”
-Si claro señora Rosa, lamento su retiro, pero la mantendremos informada de nuevos beneficios en el futuro.
La baja estaba realizada. Rosa perdió contacto con el primer operador y empezó a recibir un servicio excelente de Fibra Óptica.
Rosa aprendió a resolver situaciones que le traen enojo. Diseñó una conversación cuando se sintió más tranquila. Aprendió el poder de una conversación con un estado de ánimo no imperativo ni exigente, sino por el contrario aprendió a utilizar la energía de ese enojo para darle más determinación al pedido que intentaba conseguir. Reflexionó sobre la utilidad de la catarsis, esto le permitió pensar mejor. Retiró sus juicios y los supuestos castigos que traía y que creaban resistencia a quien la escuchara y comprendió que, para enojarse hay que aprender también a hacerlo.
Aquí tienes otro cuento de la misma autora
Elsa Ojeda Maura es Coach Ontológico desde el 2014, Coach Ejecutiva, Certificada en Valores, Master en Competencias de Coaching, Coach Comercial y Liderazgo, Diplomada en Neurociencias. Miembro de lCF. Apasionada por la formación de líderes que sumen a la transformación para el mundo. La encontramos en : @Apertura Coaching_lideres ; LinkedIn: Elsa Ojeda Maura , y el correo: [email protected]