¿Qué ocurre cuando queremos ir por un resultado diferente y, a pesar de haber comenzado con el desafío, no somos capaces de sostenerlo? ¿Cuál es el fenómeno cerebral que provoca que abandone aquello que hace días estaba convencido que no dejaría nunca más? ¿Cómo hago para ser constante y sostener el camino hacia una meta clara? Esas preguntas buscaremos debatir en la presente nota.
El problema de la constancia al querer modificar hábitos
Empecemos por el principio. Nuestro cerebro, desde nuestros más antiguos ancestros, priorizó siempre lo conocido. Este es el primer eslabón primordial que debemos tener en cuenta cuando queremos adquirir un hábito nuevo. ¿Esto por qué ocurre? Sencillo: Porque, como hemos dicho en otras notas, el cerebro prioriza la supervivencia y todo lo desconocido constituye una amenaza para ella. Simplemente por el hecho de que no sabemos que va ocurrir, entonces entramos en el terreno de incertidumbre.
Además, hay otro factor cerebral que frena la adquisición de un nuevo hábito que es que todo proceso nuevo genera un desgaste energético extra. Y mi cerebro siempre va a priorizar el ahorro de energía porque piensa “si mantengo mi energía puedo seguir viviendo”. Imagínate lo que es para tu cerebro estar cien por ciento alerta y concentrado en todo lo que tiene que hacer para hacer algo a lo que no está acostumbrado, en lugar de tomar el atajo y camino más fácil, es decir, lo que le sale en automático. Esto provoca un cansancio que, si no estamos lo suficientemente consciente del proceso, podría generar que abandonemos y volvamos a más de lo mismo.
Entonces es en adquirir lo nuevo en donde se pone en juego mi constancia. Porque hay un surco neuronal que yo ya tengo bien marcado y a donde va a tender a ir mi acción de manera automática. Imaginemos un circuito neuronal como la huella de un auto en la arena: cuantas más veces la transito, más profunda se hace, y más difícil salir de ahí también. Entonces quiero llevar mi auto a otro camino pero la huella previa me tira continuamente al camino anterior.
Solemos caer siempre en el mismo camino porque lo conocido me tranquiliza, es como un suspiro de paz a mi cerebro que le dice que no tiene que trabajar de más y que puede ponerse en piloto automático. Ahora bien, que estemos cómodos no significa que estemos satisfechos, es más, puede ocurrir que estemos muy cómodos y, sin embargo, tremendamente insatisfechos.
¿Nunca te pasó que te encontraste en situaciones que ya podías predecir lo que iba a pasar, (cómo te iba a contestar tu jefe, o cómo ibas a reaccionar vos cuando te dijera tal cosa, por ejemplo), y, sin embargo, seguías sumergido repitiendo el mismo patrón? Es ahí donde el cerebro prioriza lo conocido por lo que me hace bien. Entonces primer tip: No creernos que la paz que nos genera lo conocido es necesariamente lo que necesito y me hace bien en este momento, no caer en esa trampa.
El polo opuesto: Cuando lo constante en mí es el cambio y no puedo permanecer
Por otro lado, a muchos de nosotros nos ocurre que no tenemos dificultad al momento de modificar un hábito, pero sí en sostener ese hábito por mucho tiempo y no querer ir hacia un lugar diferente y desconocido.
Esto ocurre porque en un noventa por ciento nuestro cerebro se encuentra moldeado por la cultura. Y nuestra cultura occidental prioriza todo el tiempo un mundo volátil, de permanente cambio, donde nada permanece, donde no puedo establecerme en ningún lado, y tampoco valdría la pena. Entonces, muchos de nosotros construimos un sistema de creencias en el cual nuestro cerebro interpreta que lo conocido es estar en camino permanente, en una búsqueda constante de de un “no sé qué” pero que me lleve a otro sitio.
Entonces lo desconocido y que genera alarma en mi cerebro es lo contrario: establecerme en un lugar, sostener un trabajo, una relación, un proyecto personal. Simplemente porque nunca lo hice, porque lo que conozco es ir de un lado al otro siendo un eterno viajante que disfruta mucho del crear lo nuevo, pero poco de afianzarse y permanecer.
Si te pasó o te pasa esto, posiblemente algo con lo que luches es con una emoción conocida por la que en algún momento todos pasamos: el aburrimiento. ¡Qué momento ese! Ese, en el que nos sentimos aburridos y queremos huir de donde estamos. Casi cualquier cosa podría ser mejor que lo que estamos haciendo. Entonces el resultado nuevo viene a ser como ese héroe dispuesto a salvarnos de ese infierno. El costo es que, cómo no atravesamos el aburrimiento, tampoco aprendemos, entonces vamos de resultado en resultado sin un sentido, a la deriva, por el sólo movimiento.
Cómo atravesar el aburrimiento para ser constante
Cuando nos animamos a atravesar el aburrimiento aparece como consecuencia la creatividad: llega un momento donde el aprendizaje permite que aparezcan nuevas ideas que antes no tenía. Y, por ende, una manera distinta de relacionarme con el resultado en pos de rediseñarme y no abandonar.
Y para poder permanecer donde estoy y ser constante, además de aprender del aburrimiento, es importante que aprendemos a disfrutar de lo que si hay, de lo que sí tenemos. ¿Qué tal si pienso que soy suficiente? ¿Que no necesito más para estar satisfecho? ¿Qué tal si suspendo por un momento la necesidad de búsqueda constante y me detengo a disfrutar de lo que la vida me regala aquí y ahora con lo que soy, con este instante? No me cabe duda que mi cerebro tendrá la oportunidad de relajarse, de conectarse con lo esencial y primario de mi existencia, y por lo tanto me permitirá disfrutar sin más, de aquello que ya es, sin la necesidad de buscar permanentemente de algo nuevo PARA PODER SER.
Mira también La Autoestima como pilar para el logro de resultados