Me resonaba su voz mientras lo escuchaba en el teléfono “Caro bonita… te dejo este mensaje…”, y mis ojos se humedecieron…
Una historia real de bioneuroemociones
Lo conocí hace unos 6 años, caminaba por el barrio y vi su vidriera. Mi vecino, hijo de inmigrantes, creció en la fábrica de muebles que era de su padre. Esos que son hechos con madera sólida, los de antes.
Muy agradecida de haber decorado mi casa con algunas de sus obras, siempre compartíamos un saludo al pasar por la vereda.
No sé en que momento escuchó lo que yo hacía, mi consultorio estaba a la vuelta, podría ser obvio, pero nunca se lo pregunté.
Un par de años después me llamó y nos sentamos a conversar en su oficina: “tengo miedo» me dijo, «es un tema delicado, acabo de salir del médico y yo quisiera que me ayudes con eso que vos hacés.. no lo quiero ni decir», dijo. Sus ojos estaban afligidos, y nos miramos con cariño por un largo rato y en silencio.
Así comenzó su viaje en el que me eligió para acompañarlo en bioneuroemociones.
El laboratorio interior
El cuerpo es nuestro mejor laboratorio y así lo explico siempre. Cómo cada una de nuestras células se sintoniza para estar comunicada y liberar al tiempo y a la concentración exacta lo que controla, desde tu temperatura hasta la perfecta humedad de tu ojo.
¿Sabés todo lo que hace tu cuerpo cada día y cada noche para cuidar y restaurar cada milímetro asegurando su increíble funcionamiento?.
Conversamos sobre sus miedos. «no me importa morir» dijo, «pero no quiero vivir si mi cuerpo está limitado, no quiero eso para mí… aunque puedo pasar por eso… lo que no quiero es que me operen y tener que acostumbrarme a vivir así».
Hizo un silencio y dijo: «lo que quiero es ir a tocar mi bandoneón ahora que comencé en el club, quiero aprovechar mi vida, ver crecer a mis nietos».
Cada palabra era importante para mí, respiré profundo y le agarré la mano. Restaban poco menos de dos meses para su intervención. Nos fuimos reuniendo dos veces por semana siempre con un té de por medio.
Hoy pareciera que ese tiempo pasó en un segundo, veo imágenes y frases compartidas, “no quiero esas células en mi”, “me da miedo que el médico se equivoque”, “que pasa si no funciona”…
Me emociona recordar como apareció en él la confianza de sentir que iba a estar seguro. Tuvimos conversaciones con su cuerpo, con sus células y con ese ser paciente que no sabe qué le podría deparar el destino.
¿Sabés que sos importante para esas personas con guantes y ambo? ¿Sabés que muchas veces pasan años de su vida y dejan a su familia para dar lo mejor para vos, que hay amor en sus manos, que el valor que los mueve es nada más ni nada menos que tu vida?
¿Sabés que si el diagnóstico que te den genera preocupación o miedo, aunque el paciente no tenga una enfermedad compleja, lo impacta y puede crear una química como un caldo que puede perpetuar el conflicto?.
Por tanto, uno de los puntos de valor a considerar en una enfermedad es dar atención a cómo te sentís y que pasa por tu mente con lo que te sucede, tanto en el diagnóstico como en el proceso.
Recuerdo que un día abrió la charla hablando de sus sueños. Y como si estuviera pasando ahora lo escucho decir y pensar sobre su decisión por romper el miedo de tocar con su banda en la calle, me dijo “ellos son más jóvenes, a mi me gustaría pero soy un señor grande” y se reía cual niño brillaban sus ojos. No alcancé a preguntarle ni media palabra cuando se rió y dijo: «Ok, lo voy a hacer» y nos reímos juntos.
Hoy se me caen las lágrimas, tengo en mi oído su voz mientras escuchaba su mensaje “Caro bonita… te dejo este mensaje, no pudo esperar a vernos» Tomó su teléfono y con todo su sentir y naturalidad de siempre dejó ese audio… “no me operan, la biopsia dio todo sano, funcionó Caro bonita, funcionó!
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Caro