Cada noche, recostada en la cama moviendo mis piececitos, me sumergía en el mágico mundo que mi madre creaba con sus palabras cuando me leía un cuento. Así, me subía a una montaña de fantasía y mi corazón latía al ritmo de sus historias.
Compartíamos un momento de ternura, bajo la tenue luz que esa lamparita sobre mi mesa de noche nos iluminaba con misterio. ¿Cómo olvidar las lecciones que Esopo dejó al mundo con su fábula de la Cigarra y la hormiga?
Años después Jean La Fontaine y Félix María Samaniego rescataron la historia que hoy vive en nuestros mandatos internos con la moraleja que se derivó de dicha fábula: “Para disfrutar primero tienes que trabajar”
La Fábula
En esa narrativa, aparece la Cigarra, un personaje que amaba el canto y danzaba al compás de los vientos sin preocuparse por el mañana. Por otro lado, está la Hormiga quien, por el contrario, trabajaba incansablemente, siendo la protagonista de su propio destino con mucha dedicación y organización, guardando comida para sobrevivir en el próximo invierno.
Llegaron los dias fríos y de lluvia y la Cigarra se dio cuenta que no tenía qué comer, por lo que decidió tocar la puerta de su vecina la Hormiga, y muy arrepentida presentó su pedido de ayuda.
Al llegar a esa parte de la fábula la voz de mi madre tomaba un tono diferente mientras yo me llenaba de esperanza, atenta a que el pedido de clemencia de la Cigarra fuera escuchado por su laboriosa vecina aceptando que el préstamo se le pagaría con intereses al iniciar el verano.
Y en un rincón de mi memoria, donde las palabras de mi madre se entrelazan con la esencia de aquella fábula, resonó la respuesta de la Hormiga con una frialdad tal, que una lágrima asomó en mis ojos de ilusionada niña, acostumbrada a los finales felices.
La Hormiga le preguntó qué había estado haciendo en el verano, “Durante el verano yo cantaba”, dijo la Cigarra. Y la Hormiga respondió: – ¡Muy bien, ahora baila ¡y un eco de juicio subía su voz dentro de mí, sumando un nuevo mandato a la historia: “Los perezosos obtienen lo que merecen” .
Ese día quedó grabado en mi un extraño sabor amargo a algo incompleto, una sensación de desilusión que quizás compartieron muchos niños de aquella época.
Cuestionando los mandatos
Han pasado muchos años desde que escuché esté relato y en el transcurso del tiempo parece haberse deshojado en capas que me han ido llevando a una comprensión distinta.
Por una parte, me pregunto sobre cuánto impacto ocasionó en los niños o adultos de hoy, considerar que primero tengamos que trabajar para gozar de algo, como si el disfrute necesariamente tenga que ser pospuesto hasta después de una jornada laboral extenuante.
Tal vez, en lugar de verlos por separados, podríamos explorar la conexión del disfrute de nuestras actividades diarias incluso en las labores del trabajo. Si consideráramos encontrar placer en lo que hacemos, posiblemente menos personas pasarían hoy por el stress laboral y encontrarían un equilibrio entre su vida personal y laboral.
También descubrí que aquella fábula, más allá de ser un homenaje al valor del trabajo, es un conjunto simbolismos complejos que involucran a una Hormiga, que, si bien era organizada y previsora, estaba llena de sus propios juicios y exigencias y era incapaz de reconocer que la Cigarra tomó consciencia de su error.
De haberlo hecho implicaría considerar la oportunidad que tenía, frente a la Cigarra, para proceder de una manera diferente y acompañarla a sacar adelante una nueva manera de ser que no volviera nunca más a ponerla en el peligro que se encontraba ahora.
Hoy tengo muy claro que ese sabor amargo que sentía cuando mi madre terminaba de leerme la fábula fue por la cruel respuesta de la Hormiga, por su postura firme y sostenida en un juicio implacable. Ese día la Hormiga reveló su lado humano y hoy, desde mi nuevo observador, lo contemplo con ojos renovados, para aprender también a no caer en el mismo error.
Castigamos o perdonamos
La Hormiga hizo un juicio automático que impacto en la percepción de la Cigarra, y desde su punto de vista no había duda sobre la identidad de la Cigarra: “Prefería el disfrute, era perezosa y no se ocupaba del mañana”.
Su poca empatía no le permitió considerar falta de perspectiva de la Cigarra que la llevó al error. La Hormiga no comprendió que el proceso de aprendizaje de la Cigarra había empezado de forma dolorosa y que quizás cabría escucharla y poner en su camino dos condiciones también humanas: la compasión y la comprensión.
Cuantas veces en nuestra vida diaria interactuamos con personas que cada atraviesan situaciones únicas y desafiantes. ¿Quién dijo que tenemos el poder de saber más que lo que ella misma sabe de cómo lo lleva?
Si somos comprensivos pondremos a prueba nuestra empatía y tolerancia hacia los tiempos de aprendizaje de otros, y, si somos compasivos buscaremos aliviar su sufrimiento a través de acciones bondadosas y solidarias. Ambos conceptos son importantes para el fortalecimiento de las relaciones interpersonales aportando grandeza interior para la construcción de un mundo mejor.
El nuevo final
¿Y si el cuento terminara diferente?
Digamos que la Hormiga decide construir conexiones compasivas y más comprensivas con la Cigarra para fortalecer una amistad que se viviría por años, y accede a su pedido de ayuda.
Juntas se acomodan a conversar al borde del árbol del roble donde estaban sus provisiones y sentada a su lado escucha el deseo de la Cigarra por tener una actitud más proactiva por ella misma.
Entonces, en una muestra de generosidad la Hormiga le ofrece que cada noche suba a comer de las hojas de aquel roble. Además, le entrega un cesto de manzanas para que guarde las semillas para sembrarlas y, antes del próximo invierno, comparta parte de la primera producción del fruto del manzano.
Ese invierno fue diferente, la Cigarra, que ahora se sentía aceptada y capaz también de comprender a los demás cantaba bajo el frio y la lluvia y, la Hormiga disfrutaba de su música anidada en su hormiguero con una sensación distinta, como si su pecho estuviera plácidamente hinchado.
Elsa Ojeda Maura es Coach Ontológico y Ejecutivo desde el 2014, Certificada en Valores, Master en Competencias de Coaching, Coach Comercial, Diplomada en Neurociencias. Miembro de lCF. MBA de INCAE.
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- Elsa Ojeda Maura