Por Ariel E. Goldvarg, Coach & Speaker Trainer
Existen una serie de pensamientos, frases, ideas que revolotean en nuestra mente y alteran todo nuestro sistema cuando sentimos que nos exponemos y nuestra credibilidad puede ser puesta en duda.
Es precisamente en esos momentos que nuestras emociones conspiran creando toda una mitología dentro nuestro que, lejos de protegernos de una posible amenaza externa, terminan limitando nuestra capacidad de respuesta y nos hacen pasar momentos ciertamente incómodos.
Para muchos de nosotros, comienza entonces una catarata de voces internas que nos hablan con diferentes tonos: “me voy a olvidar lo que tengo que decir”, “ voy a quedar en ridículo”, “ se van a notar mis nervios y quedare en evidencia”, “mi voz temblorosa, mis manos torpes y mis piernas inquietas me delatarán y quedaré en como una pobre persona ante todos !!”.
Incluso, esas mismas voces pueden tomar diferentes matices con mayor impacto emocional: “claro, esto me ocurre por pretender ser alguien que claramente no soy”, “esto no es para mi, nunca lo fue y nunca lo será”, “siempre me ocurren estas cosas a mi”, “no estoy a la altura, no sirvo para hablar ante otros”, “soy tan inútil… me quiero morir !!!!!” y una extensa lista de frases mas.
Si bien es cierto que sentiremos miedo cada vez que nos encontremos ante una situación que desafía nuestras habilidades, también es cierto que nuestro modo de enfocarnos ante esos desafíos determinará las acciones que llevaremos a cabo. Por ejemplo, si ante una situación de exposición le doy mas relevancia a aquellas voces que en mi mente me recuerdan lo torpe que soy, es altamente probable que ese momento resulte traumático y doloroso. En cambio, si logro modificar la perspectiva de ese desafío, tal vez pueda reconocer otras miradas latentes que ese miedo me impida identificar.
Cambiar la perspectiva es en esencia modificar el enfoque, el ángulo de mirada. O sea, las historias y relatos que tejo en mi mente en un momento dado. En otras palabras, la mitología con la que construyo mi experiencia de cada momento.
Esta mitología esta compuesta por nuestros modelos acerca de las cosas; lo que creemos que es bueno o malo para nosotros. Es una matriz que da forma a los programas con los que pensamos, sentimos y creamos.
Entonces, transitar algún proceso de cambio de perspectiva puede resultar un camino útil para modificar aquellos programas que nos limitan o nos mantienen paralizados. Sobre todo ante desafíos que implican lograr cosas que deseamos, anhelamos o soñamos concretar. Esto es algo de lo que nos ocupamos los coaches.
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Por ello, la exposición ante otros es fundamental si queremos lograr algo importante para nosotros. No importa cual fuere nuestro proyecto, siempre necesitaremos de otros para lograr cualquier resultado. De ahí surge la importancia de nuestra comunicación y en ese sentido, la relevancia de aprender a manejar nuestros miedos para avanzar en el camino de nuestra superación personal.
Veamos entonces alguno de esos mitos relacionados con nuestros miedos, para cambiar desde allí algunas perspectivas y encaminarnos entonces con mayor firmeza hacia nuestros sueños…
El problema del miedo
El miedo es una emoción que nos avisa que lo que esta ocurriendo representa una amenaza para nosotros. Es un modo de protección evidente que busca mantener nuestra integridad (física, mental, etc.). Por eso, tantos profesionales recomiendan acertadamente identifcar los miedos, observarlos y entenderlos para darnos cuenta qué es lo que estamos necesitando ante una situación dada.
El problema aparece cuando no tenemos tiempo para analizarlos y necesitamos accionar. No podemos detenernos para meditar sobre los desafíos, pros y contras de diferentes cursos de acción posibles. Allí es donde el problema del miedo deja de ser un problema emocional. No hay tiempo. No sirve tomar unos traguitos de agua, ni contar mentalmente hasta diez, cien, mil o lo que fuere.
Por ello, te sugiero la idea de que el problema del miedo no es necesariamente emocional, sino atencional. Cuando estamos haciendo una presentación y sentimos miedo, muchas veces nos distraemos de lo que estamos diciendo y nos empezamos a preocupar por nuestras manos y el temblor de la voz o de las piernas. Allí es cuando a muchos se nos seca la garganta. Entonces, el temido túnel blanco aparece y nos olvidamos de lo que tenemos que decir. El infierno tan temido se hace presente y sentimos que nuestra vida se acaba en un suspiro.
Tal vez esta exageración humorística en tono de tragedia pueda ayudarnos a reconocer de una manera mas gráfica el modo en que nuestra mente conspira para que las cosas salgan muchas veces tan innecesariamente mal…
Entonces, tal vez una buena forma de desarticular este mito, es trabajar nuestra atención aprendiendo a dominar nuestra mente y esos pensamientos intrusos que convierten un simple desafío en catástrofe.
Existen muchas formas de entrenar la atención. Hay aplicaciones para celulares que nos permiten entrenar nuestra mente. También existen ejercicios cotidianos que nos ayuden a fortalecer nuestra mente y de esta forma dominarla para no distraernos. Por ejemplo, ejercicios de contemplación, meditación, respiración consciente o también incluso… cálculos matemáticos. Estos últimos son muy efectivos para cualquier momento.
Hay uno de ellos que disfruto especialmente y lo hago muy frecuentemente: consiste en alternar tablas de multiplicar. Por ejemplo, la tabla del 2 y la del 3 alternada. Esto sería; 2,3 -4,6 -6,9 -8,12 -10,15 y asi hasta 100. Luego descendentemente. Mentalmente.
Se puede hacer con diferentes tablas numéricas: la del 2 con la del 3, o la del 4 con la del 6. Así se pueden alternar cualquiera fuere los números. Es un ejercicio excelente !!!.
Este entrenamiento debe ser previo, frecuente y constante para que al momento de enfrenar un desafío podamos estar mas preparados para que nuestra mente no se distraiga con pensamientos que no nos ayudan.
La clave es el foco. Mantenerse con la intención en aquello que queremos crear con los otros debe ser lo mas relevante.
Nuestro compromiso con lo que queremos compartir debe ser mas importante que nuestra imagen. Si nos preocupamos por vernos lindos e inteligentes, es muy probable que nos olvidemos del otro y será allí donde nuestra mente empezará a bailar al son del compromiso con la imagen. Nos pondremos mas nerviosos aún y también el público se distraerá y empezará a confundirse. Será entonces cuando se enfocará mas nuestras fallas que nuestras virtudes.
Nuestro compromiso con el otro nos protege de distracciones y nuestra capacidad de atención es el vehículo para lograrlo.
Es mas probable que nuestra audiencia nos acepte mejor si se conecta con nosotros desde quienes somos y no desde cómo nos vemos.
Estar atentos a los otros, a aquello que queremos decir y a nuestro compromiso con lo que queremos crear es uno entre muchas estrategias para transitar un camino de consciencia donde nuestra comunicación no sólo sea una oportunidad para expresar ideas o transmitir mensajes, sino un dispositivo muy poderoso para transformarnos a nosotros mismos, al tiempo que creamos experiencias valiosas con los demas.