Luces y sombras
Transitar un proceso de transformación personal es, en gran medida, ir al encuentro de nuestras luces y oscuridades; viaje necesario para conocernos, cuestionarnos y hacer la alquimia que sea necesaria para la vida que estamos buscando crear. Del mismo modo, acompañar un proceso de transformación como Coach también nos pondrá como interlocutores de esas dos fuerzas (luces y sombras): interactuando con un lado luminoso, visible y observable; a la vez que con un lado sombrío, oculto o no explorado.
Estar siempre conscientes de esto, nos ofrece la perspectiva que necesitamos brindar a nuestros clientes en medio de las turbulencias.
Normalmente, cuando el coachee o cliente pide acompañamiento, viene con una necesidad, un dolor, y con ganas de lograr algún resultado diferente o mejor del que obtuvo hasta ahora. También viene confiando en que el aprendizaje que requiere es una meta alcanzable; que su coach sabe cómo se logra y cómo guiarlo para ello.
Lo que adicionalmente debemos considerar como Coaches, es que una vez que comenzamos a trabajar, los procesos de aprendizaje cobran vida propia y cada uno comienza a fluir con su propio movimiento, compás y dirección, sin necesariamente seguir una trayectoria recta hacia el objetivo.
Cada proceso es único
Hay algunos procesos que suceden de manera lineal y ascendente, donde el coachee comienza a tomar consciencia de aquello que no aprendió y de manera fluida transforma sus formas de ser y comienza a hacer cambios de conductas o hábitos en su vida.
Pongamos un ejemplo de esto: un coachee logra un gran entendimiento de que todo su dolor y resultados se explican porque ha vivido toda su vida postergándose y sobreviviendo, y de manera natural declara que a partir de ese día quiere priorizarse, comienza a actuar en coherencia con esa declaración y empieza a poder disfrutar de su vida. Este tipo de procesos llevan consigo percibir e indagar aquellas formas de ser que estaban en la sombra, inexploradas, y que cuando se logran mirar, nombrar e integrar, producen en el coachee una ampliación inédita entre aquello que aprendió a ser y aquello que hoy se atreve a recobrar. Por lo tanto, lo estamos acompañando a alumbrar aquellas partes que no estaban conocidas o disponibles, para así recobrarlas, estar completos y no fragmentados. En este ejemplo, lo que podría haber estado más “a la sombra” de este coachee es su capacidad de amarse y respetarse a sí mismo, por lo que es central que pueda comenzar a integrar esas formas de ser que le permitan vivir en paz y pleno.
Sin embargo, vemos que hay otros procesos de coaching que son más de avances y retrocesos, donde la “parte sombría” -es decir, aquella que estaba menos conocida o disponible para el coachee- toma cuerpo y comienza a actuar vívidamente. En estos casos, los coaches tendremos una labor fundamental en ir mostrando y explicando lo que puede estarle sucediendo; porque cuando nuestro coachee se enfrenta con esa noche oscura del alma, también puede abrirse a la opción de querer abandonar su propio proceso de transformación y aprendizaje. Al ver por momentos que el objetivo pareciera alejarse en vez de acercarse, el coachee puede tener la sensación de que tiene una falla, que está dañado o no puede ser servido; por lo que nuestra orientación, claridad y perspectiva le será indispensable para que comprenda que, a pesar de su sensación de confusión, sigue avanzando, y que está viviendo justo la transformación que necesita.
Para ilustrar estos casos, revisemos este ejemplo: un coachee descubre que es muy castigador con sí mismo y con su entorno, y que eso no le permite vivir tranquilo y disfrutar su vida. En este tipo de procesos, es usual que en vez de comenzar a expresar una forma de ser más cuidadosa y compasiva consigo mismo y los demás, veamos que el coachee empiece a evaluar las sesiones de coaching, a emitir juicios de que ya ha venido a 3 o 4 sesiones y no termina de pasarle algo distinto, o a culpar a situaciones externas del por qué no sucede su aprendizaje integral. Nuestra labor como coaches en esos casos, es mostrarle de manera clara y sostenida que aquél aspecto que necesita transformar está tomando posesión de él, que se está mostrando en su total expresión y que si no comienza a aceptar esa forma de ser castigadora, no podrá transformarlo e integrarlo en algo distinto.
Aceptar nuestras luces y sombras
Hacer esto, requiere de nuestra presencia plena como coaches y de nuestra capacidad para sostener momentos del proceso que no son tan agradables y muy necesarios para que se pueda producir la transformación.
Es clave que sepamos que en ambos tipos de procesos, en aquellos más lineales y ascendentes como en aquellos donde vemos avance y retroceso; la búsqueda del aprendizaje requiere ser realizada de manera consciente y despierta, no donde ya conocemos sino donde es necesario ir a buscar, como en esa parábola que dice: Érase un hombre que estaba buscando las llaves que había perdido de su coche. Las estaba buscando a la luz de un farol. Se le acercó alguien y le preguntó: -“¿Qué estás buscando?”, “Las llaves de mi coche, las he perdido”, “No te preocupes, te ayudaré a buscarlas”. Al cabo de un buen rato, el ayudante le pregunta: “¿Estás seguro de haberlas perdido aquí?”, a lo que el otro responde “No, Las he perdido hacia allá” …“¿Entonces por qué las buscamos aquí?” pregunto quien ayudaba, a lo que contestó: “¡Porque aquí hay luz y puedo ver!”. Esto quiere decir que para asistir a la transformación, necesitamos poder acompañar a nuestros coachees a buscar y recobrar aquellos partes luminosas, aliadas y valiosas, así como también aquellas que no han estado iluminadas, que no nos gustan o que queremos esconder por miedo a perder algo.
Por tanto, para que podamos brindar un acompañamiento profesional y ético como coaches, necesitamos ser capaces a nivel personal de conocer y aceptar nuestras luces y sombras, nuestros lados más sombríos y luminosos, para así poder servir y ofrecer desde nuestra propia maestría personal el entendimiento y capacidad de servicio que nuestro coachee necesitará en los momentos oscuros. De este modo, podremos estar lo más integrados, enteros posibles y así acompañar ese movimiento de vida inédito y único para ese ser humano.
Iluminar
Cuanta mayor cantidad de sombra iluminemos, en nosotros y en otros, más posibilitamos que sucedan procesos de transformación amplios, poderosos y con mayores posibilidades de acciones efectivas en el mundo.
Hoy más que nunca estamos necesitando integrarnos en nuestros opuestos complementarios, para así permitir una evolución más despierta y con mayor capacidad de hacernos cargo de los desafíos que estamos viviendo como humanidad. No lo vamos a lograr tratando de aniquilar aspectos de nuestro ser, sino más bien abrazándolos y haciéndolos parte nuestra. Somos nuestras luces y sombras.