En cada mujer existe un lugar, un tiempo y un espacio que contiene todo aquello que cree que le falta. En él residen las infinitas posibilidades. En él existe el amor, abundante y pleno; existe la salud, la alegría, la paz y la calma; existe el aceptarse y valorar sus logros; existe el dejar de culparse y exigirse; existe la energía más vital que jamás haya tenido; existe la voluntad y la motivación que la animan a dar ese primer paso para soltar eso que ya no quiere seguir sosteniendo; existe el agradecimiento, la confianza, el creer que se lo merece, la prosperidad, la libertad, la consciencia y la sabiduría.
Ella no puede verlo porque en su alma es de noche, pues le sobran motivos de sufrimiento. Pero cada cosa tiene su opuesto. ¿Cómo valoraríamos la vida si no existiera la muerte? Es la enfermedad la que nos recuerda que existe la salud. Una mujer es como una estrella, necesita de la oscuridad para brillar.
Ella busca. Busca hace tanto tiempo que llegó a desesperar, rogándole a su Dios, a su universo o a su ángel guardián que le muestren el camino. A ella la engañan sus pensamientos, que la mayor parte del tiempo no son más que la voz de su ego. El ego quiere protegerla, por eso le habla, sin saber que lo único que hace es perpetuar sus males. Pero ella no es sus pensamientos ni su ego, tampoco es las emociones que la tienen. Ella es el ser que puede observar todo eso… cuando decide hacerlo.
Eso que ella busca existe… en lo más profundo de su ser.
Si este texto llega a ella es porque ya es hora de que lo sepa y se aferre a este mensaje, tanto como lo hizo con su padecimiento. ¿Qué más da? A partir de ahora tiene dos caminos. Uno es el que ella misma ha elegido hasta ahora y que la trae a su situación actual, mientras que el otro alberga una esperanza de cambiar el curso de su vida… ¿Cuál va a elegir?
La fuente del poder infinito.
Si su escepticismo le dice que soy una charlatana y que no entiendo nada de lo que le está pasando, quiero que sepa que sí sé, al menos un poco, porque yo también busqué. Por eso hoy, después de un tramo del viaje recorrido, le escribo estas líneas. Para que comience a mirar hacia adentro. Para que deje de buscar afuera aquello que siempre estuvo ahí. El poder que existe en ella es inmenso, aunque lo dude.
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Nacemos con confianza plena de ser todo lo que podemos ser. Pero como también existe el condicionamiento social, familiar y ancestral, nos vamos olvidando. Y, a veces, solo recordamos las experiencias que nos mostraron nuestros miedos y dudas que se comieron nuestra confianza. Por eso hemos tomado decisiones en contra de nuestra esencia. Pero siempre supimos lo que realmente queríamos. Así como lo sabemos ahora.
Si su deseo más íntimo es despertar de esa anestesia, del sinsentido y de la monotonía de una rutina sin conexión con el presente, existe una manera de hacerlo y es muy simple…
Ella debe creer que puede.
Entonces estará lista para escuchar la respuesta. Para cada mujer existe una distinta. Esa respuesta es la llave con la que abrirá la primera puerta. Y cuando abra esa puerta, ella descubrirá un mundo nuevo, dentro del cual existen más respuestas y más llaves y más mundos.
Las llaves no son llaves comunes, están hechas de señales, de sueños, de canciones que le dicen las palabras justas en el momento indicado, de las personas que conozca, de las experiencias que viva, de los libros que lea, de los lugares que recorra y de todo el amor que se brinde a ella misma. También hay llaves “maestras”, a esas elegimos de qué hacerlas.
Entonces ya no será su dolor. Será la persona que observe ese dolor, para tomar su aprendizaje y avanzar. Y cuando eso suceda, en su alma se hará de día, los opuestos comenzarán a manifestarse y todo habrá tenido sentido. Ese será el inicio de un encuentro, con aquello que existe en lo profundo de su ser.
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