Aclaraciones previas: «Dejá de ser vos» es un ensayo recomendado para la persona que está impidiendo tu crecimiento. O sea, vos.
Parece ser que eso de “ser vos mismo” está sobrevaluado. Suena un poco soberbio dicho así, cuando en realidad es una mera opinión personal que se fundamenta en mi propia historia. ¿A quién no se lo aconsejaron alguna vez? Cuando no sabés qué hacer, o qué decirle a esa persona, o cómo expresarte en un discurso, o qué ponerte para ir a un boliche porque hace dos o tres años que no pisás ninguno… Seguramente alguien te habrá dicho:
Vos… ¡tenés que ser vos!
Ya el hecho de “tener que” me hace pensar que hay una obligación, un deber de cumplir con algo. Si yo tengo que ser de determinada manera, tal vez haya algo en mi personalidad que sigo sosteniendo aunque en el fondo no quiera. Lo más insólito del caso, es que ni siquiera me doy cuenta de que al mostrarme así, lejos de ser yo, estoy justificando con mi actitud algo que ya no soy.
Ejemplos:
Yo antes creía que era una compradora compulsiva. Y así actuaba. Salía del trabajo y de camino a mi casa, algo tenía que comprar. Lo que fuera, lo que me alcanzara. Podía ser desde una remerita o un par de botas (los primeros días del mes); un paraguas en 12 cuotas de $23,99 que se sumaban a las otras cincuenta cosas compradas en 12 cuotas; un juguito al pasar por el kiosco porque de repente tenía una sed que no podía esperar; una play 4 (eso ocurrió una sola vez) o un gatito de los que mueven la patita adquirido en el Barrio Chino que me duró dos horas y no atraía dinero sino que producía una fuga. “Es que soy una compradora compulsiva” decía. Y mucha gente que me conoce tiene aún esa imagen. Ser así me llevó a no poder ahorrar, a gastar a cuenta y a no tener ningún proyecto económico. Pero no me importaba, porque así era yo.
Además de ser compradora compulsiva, también era demasiado seria; introvertida; medio engreída; egoísta; súper desordenada; aburrida; incapaz de concentrarme; me faltaba fuerza de voluntad; nada me entusiasmaba y era “depre”, entre otras cosas.
Para poder probar todo esto que yo era, me aseguraba de saludar de lejos con la mano para evitar el beso en la mejilla y la posible charla; juzgaba a las personas sin conocerlas; opinaba dando por sentado que yo tenía la razón en casi todo; rara vez ofrecía ayuda o prestaba mis cosas; por donde yo pasaba parecía haber pasado Katrina por cómo quedaba la cama sin hacer, la ropa tirada, el piso del baño mojado, los platos escurriendo el agua sin guardar hasta terminar de usar toda la vajilla; etc. Ni hablar del tiempo que perdía en el trabajo o estudiando por la cantidad de veces que me distraía. Tampoco experimentaba ninguna cosa nueva por si acaso que no me fuera a gustar. Y me aseguraba de gastar tanto tiempo quejándome de lo que me atormentaba de mí, que no me quedaba tiempo para cambiarlo.
Ser o dejar de ser?
De más está decirles que, en las circunstancias anteriormente descriptas, pedir un consejo y que me digan “solo tenés que ser vos misma” no me ayudaba mucho que digamos.
Hace un tiempo que vengo leyendo algunas frases que dicen algo así como “Sé el adulto que necesitaste a tu lado cuando eras niño”, “Conviértete en la persona que hubieras querido tener cerca en tal o cual momento…”, “Sé la persona que tu prójimo necesita” y otras por el estilo.
Me gusta esa línea de pensamiento porque hace que practique la empatía, que me ponga en tus zapatos de hoy y, consecuentemente, me vuelva a poner los míos de aquellas épocas oscuras. Me imagino si hoy me subiera a los tacones que usaba antes todos los días, estaría haciendo equilibrio y con un dolor en los pies que ahora no estaría dispuesta a tolerar ni que me paguen en dólares (bueno, en ese caso lo evaluaría). Pero ya no me interesa ser una persona elegante para que otros me vean así. Yo necesito ser práctica y funcional. Ahora amo las zapatillas porque me hacen ir más rápido a donde quiero ir. Camino más, me canso menos y de paso sostengo un hábito saludable. Y los tacos… con mucha buena voluntad me los pongo para alguna ocasión especial.
Entonces, si me pidieras hoy un consejo te diría:
¡Deja de ser vos! Deja de ser esa persona que fuiste hasta hoy que te limita e impide aprender, disfrutar, avanzar y en ese camino, ser feliz. Dejá de etiquetarte, de rotularte y de definirte, salvo que sea para reconocer y afirmar lo mejor de tu ser. Matá una por una las creencias sobre vos que solo alimentan esa personalidad que no te interesa sostener, que te pesa y que necesitás transformar. Sacate las armaduras que fuiste construyendo con el paso de los años para protegerte y reencontrarte con tu verdadera esencia. ¡Dejá de ser vos! ¡Se la persona que quieras ser! ¿Quién querés ser? Bueno, esa es una respuesta muy personal, por no decir existencial. Y solo vas a encontrarla dentro tuyo (como todas las demás respuestas).
Cada día del resto de tu vida, podés hacerte esa pregunta. Observarás cómo tu respuesta va cambiando con el correr del tiempo.
Mis cinco imprescindibles para ser quien querés ser.
Aceptación:
Dejar de ser vos, implica principalmente comenzar a amarte. Podés leer también El sistema operativo del amor ¿Y qué significa amarte? En primer lugar aceptarte. Tal como estás siendo en ese momento. Aceptar y agraceder cada parte de vos. Sos quien podés ser, con el nivel de consciencia que tenés. Si yo hoy volviera el tiempo atrás y fuera por un instante mi vieja yo, seguramente haría lo mismo que hice en aquel entonces, porque no sabía lo que sé ahora.
Aceptar no significa resignarte, muy por el contrario, te permite conocerte y empezar a cambiar lo que sí podés cambiar. También te permite aceptar a los otros como están siendo, no como te gustaría que fueran. Y para rematarla, te permite aceptar las circunstancias del mundo externo, es decir que lo que sucede es lo único que puede suceder y no tenés el control sobre ello. Una vez que sueltes el control, o mejor dicho, que dejes de ver esa película de ficción en la que creés que tenés el control sobre algo o alguien que no sos vos, empezás a experimentar…
Desapego
Comenzás a entender que lo único permanente es el cambio, entonces aprendés que hay personas en tu vida que hoy están y mañana no, que así como tenés cosas también podés vivir sin ellas. Y te das cuenta con más rapidez cuándo soltar un pensamiento o una creencia que no contribuye a tu evolución. Entonces, empezás a vivir en…
Libertad
Hay varios líderes que se han visto privados de su libertad de acción, pero jamás de la libertad de cómo pensar y cómo sentirse respecto a lo que les pasaba. No solo Jesús, Mandela, Pepe Mujica o el que se te venga a la mente a vos tienen ese poder. Lo tenemos todos. Viktor Frankl, quien sobrevivió a tres años de atrocidades en el campo de concentración de Auschwitz lo resume impecablemente en este pasaje: “Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo menos de una cosa: la libertad de elegir cómo responder frente a esas circunstancias”.
Para poder llegar a gozar plenamente de la libertad, tenés que pararte en el paradigma de la…
Responsabilidad
Si partimos el término en inglés “Respons – (h)ability”, “responsabilidad” significa “habilidad de responder”. Para pararte en este paradigma, es indispensable que abandones la postura de víctima ante una determinada situación y empieces a ser el protagonista de tu vida. Si querés que algo pase, tenés que hacer que pase. Si no podés verte como parte del problema, tampoco podés ser parte de la solución, lo cual implica renunciar a tu poder interior.
Momento presente
Absolutamente todo ocurre en este preciso instante. Estar presente es un ejercicio diario que se adquiere con la práctica. Así que empezá a detectar los pensamientos que pasan por tu mente, no los juzgues, simplemente observalos. A mí me gusta clasificarlos en pensamientos limitantes y pensamientos inteligentes. Los primeros producen estados emocionales bajos (tristeza, enojo, vergüenza, culpa, etc). Los segundos nos impulsan y nos abren posibilidades, conectándonos con el agradecimiento, la abundancia, la paz, el amor, la alegría, etc.
De alguna manera lo que sentimos es producto de lo que pensamos y viceversa. Y eso, metido adentro de un cuerpo, es lo que constituye tu ser. Lo que se proyecta en tu realidad es algo que ya pensaste y creaste en tu mente. Y como tu mente cree absolutamente todo lo que le decís, podés empezar a sustituir tus pensamientos limitantes por pensamientos inteligentes.
Por lo general, la gran mayoría de tus pensamientos corresponden a hechos pasados (como una discusión que tuviste con tu pareja) o a al futuro predecible (tenés que pasar por el súper a comprar papel higiénico).
Conectarte con el presente, con lo que te apasiona, con aquello que te hace perder la noción del tiempo y dirigir toda tu atención y tu energía a lo que estás haciendo en este momento, es fundamental para diseñar una nueva realidad. Para ser la persona que querés ser.
Si ya estás siendo esa persona que querés ser… por favor descartá este mensaje.