Los seres humanos no queremos ni debemos conformarnos con sobrevivir. Eso sirve para cualquier otra especie animal, pero no para nosotros. El Bienvivir es una forma de estar en el mundo. Un propósito y un reto permanente. Aprender a vivir de dentro hacia fuera. Como jugadores de este partido que llamamos vida, pero no como la pelota.
Bienvivir: ¿Cómo se hace?
No nos enseñaron bien a hacer eso, por lo que hay que aprender ahora, porque lo que está en juego no es la vida ya vivida, sino la que nos queda por vivir. Y cuando, como ahora, la realidad externa es más compleja, resulta más importante que nunca reforzar nuestra determinación para trabajar en ello. De otra manera viviremos como víctimas de las circunstancias, llenos de pretextos lógicos, pero improductivos.
La buena noticia es que los límites para lograrlo están dentro de nosotros, en forma de creencias, pensamientos y emociones que, si bien son absolutamente legítimas, no son funcionales para acercarnos a esa sensación de paz y serenidad que genera el Bienvivir.
El Bienvivir no es la falsa impostura de pretender estar siempre alegres y contentos ante cualquier circunstancia. Muy al contrario, significa saber transitar y gestionar lo momentos duros, que llegan a nuestras vidas sin haberlos llamado, para acortarlos y así poder gozar intensamente de los buenos momentos y de lo que la vida sí nos ofrece.
Bienvivir: ¿Qué significa?
Significa saber llorar cuando toca llorar, saber aceptar la tristeza y el enojo que sentimos ante lo que no podemos cambiar. Permitiendo a cada emoción tener su espacio, pero evitando que se instalen en nosotros de forma permanente. Porque las emociones, como el agua, solo se pudren cuando se estancan, y esa sí es una decisión nuestra.
En ese reto todos somos aprendices permanentes. Siempre hay algo nuevo que incorporar para ser cada vez más sabios en el arte del Bienvivir. En no permitir que las circunstancias externas regulen mi vida interior, y mi forma de estar en el mundo.
Maestros o Aprendices
Aceptarnos como aprendices permanentes requiere humildad, pero nos permite avanzar más rápido en el tránsito de la vivencia a la experiencia, y de la experiencia al aprendizaje instalado, la transformación. Ese es el foco central de mi primer libro, Maestros o Aprendices.
La Creatividad es el arte de resolver problemas, y a veces, tardamos demasiado tiempo en darnos cuenta de que vivir, aprender a Bienvivir, es el mayor reto de nuestras vidas. Y más aún, si cabe, en un mundo como el actual, que nos genera cada día problemas nuevos que no podemos pretender resolver con soluciones viejas. Ese es el argumento central de mi segundo libro, Creatividad para Vivir.
Y, finalmente, el tercer libro, Desafiando tus Límites, aborda nuestro compromiso con el Bienvivir. Creo fervientemente que todos somos al nacer un ser en estado puro; perfectos, sin pensamiento, creencias, prejuicios ni emociones que nos determinen a sufrir. Pero no es menos cierto que en ese proceso que llamamos educación vamos aprendiendo no solo lo bueno, sino todos los factores que nos dificultan el camino al Bienvivir.
Es como si fuéramos, por el hecho de nacer, una botella del mejor vino del mundo, pero luego nos ponen el tapón, y nuestra misión es saber ser un buen sacacorchos.
Nos pasamos la vida queriendo incorporar cosas nuevas a nuestro acervo de saberes y conocimientos, y tardamos más tiempo del deseado en darnos cuenta que el gran aprendizaje reside precisamente en lo contario, aprender a quitarnos lo que nos sobra. Lo que nos está taponando e impidiendo que aflore ese vino maravilloso que somos. De esa manera, ni lo disfrutamos nosotros, ni podemos invitar a nadie a compartirlo.
Es cierto que el tapón nos lo pusieron cuando, siendo niños, no teníamos herramientas para evitarlo. Pero no es menos cierto que ahora, la responsabilidad de deshacernos de todo lo que nos está sobrando, es totalmente nuestra.
Por eso decidí escribir este tercer libro. Con la esperanza de que algún capítulo, de los 31 que lo componen, nos sirva al menos para empezar a girar ese sacacorchos, y abrir el tarro de nuestras esencias. Recuperar el amor, la ternura, la vulnerabilidad poderosa que no necesita acorazarse, la sonrisa, la confianza, la esperanza y la curiosidad y alegría natural con la que, después del primer llanto de recién nacidos, llegamos a este mundo.
Fácil o Difícil
Jamás, cuando hablo de emociones y del proceso de transformación, utilizo la expresión “fácil”, para lograrlo, pero también he aprendido a no utilizar la contraria, “difícil”. Ambas son juicios que adscribimos a acciones. Solemos usar “fácil”, con más frecuencia, para referirnos a conductas ya aprendidas e interiorizadas, mientras que utilizamos el término “difícil” dirigido hacia lo que aún no hemos abordado y no sabemos hacer.
Y si pensamos que es muy difícil, inconscientemente, lo convertimos en difícil antes incluso de haberlo intentado. La consecuencia más lógica es no lograrlo. Yo prefiero sustituir esa expresión, por los dos verbos generadores de las dos fuentes de energía más poderosas en el ser humano. Creer y Querer. Es posible lograrlo, y quiero y decido poner toda mi energía en ello. Sabiendo que no hay certezas, pero que vale la pena vivir haciendo lo que está en mi mano para alcanzar las más altas cotas de Bienvivir que pueda lograr.
Somos seres muy poderosos, pero no omnipotentes. Solo tenemos poder sobre lo que sí está en nuestra mano pensar y hacer. Pero si usamos esa energía en intentar manejar lo que no podemos controlar, lo que piensan y hacen los demás o los eventos de la vida, la estaremos gastando inútilmente, sin resultado alguno, y nos quedaremos sin fuerzas para abordar lo que sí está en nuestras manos cambiar. Nuestra forma de sentir, pensar y actuar, a partir de lo que pasa fuera de nosotros.
Por eso creo, que toda respuesta eficiente frente a los problemas de la vida debe ir hacia dentro de nosotros mismos, que es donde están las respuestas. Las preguntas hacia fuera suelen encontrar nuevos culpables de mi situación, pero las preguntas hacia dentro encuentran nuevos caminos y posibilidades de intervención.
Ese, y no otro, es, a mi juicio, el único camino realmente efectivo hacia el Bienvivir. Os deseo un buen viaje.
Rafael Calbet
México, mayo 2021