Desde diferentes ámbitos institucionales de gestión pública o privada, desde espacios domésticos o profesionales se habla, se opina y se plantea la necesidad de cambiar la “Educación”. Esto es, de cambiar las estrategias de la enseñanza, de cambiar los contenidos pedagógicos en función de los “tiempos que corren”, y tantas cosas más.
Incluso he podido asistir a discusiones respecto a la posibilidad de introducir aspectos vinculados a la emocionalidad en la currícula escolar de todos los niveles. Sin embargo, estimo que poco se dice y poco he leído sobre al “desarrollo personal” de directores, directoras y docentes que tienen en sus manos la responsabilidad de llevar adelante y en concreto la “educación” de los y las estudiantes.
Este “desarrollo personal” debe modificar al “observante” que cada quién es. Superar dificultades propias para fortalecerse en la resolución de los conflictos personales y mejorar la relación con sus pares. Lograr el cambio en la persona que educa es el primer paso para iniciar el camino de transformación real en la educación.
Una frase que circula bastante en internet y que erróneamente se le atribuye al científico Albert Einstein dice “Locura es siempre hacer lo mismo y esperar resultados diferentes”. Más allá de conocer al verdadero autor/a de la misma, creo que guarda un saber simple, popular y cotidiano que nos puede señalar un camino de acción: encontrar nuevos modos de hacer; indagar, probar e investigar; cambiar de roles y/o posiciones; animarnos a jugar que es el espacio por naturaleza de exploración.
El cambio comienza en quien educa
Si nuestras creencias heredadas, nuestros hábitos aprendidos y repetidos, nuestros patrones mentales y nuestras conductas rutinarias dirigen nuestras vidas, nos mantenemos en un estado comparable a una grave enfermedad corporal como de parálisis o ceguera. No podemos avanzar, ni siquiera podemos darnos cuenta de ello.
En Educación, cada persona tiene que tomar la decisión y realizar el esfuerzo de la reflexión constante para “rever” sus hábitos, sus creencias, sus conductas. Nada puede cambiar en la persona si no interpela sus patrones de pensamiento.
Estos son los aspectos que consideramos en el modelo que denominamos “Coach Educativo”. Comenzamos con docentes de todos los niveles, para luego realizar actividades desde los primeros años de la Educación Inicial, continuar en la escuela Primaria y finalmente, en la Secundaria.
Los conocimientos cambian. Los aspectos históricos o sociológicos se analizan de otra manera, a partir de nuevos descubrimientos antropológicos. Las ciencias exactas o naturales van desarrollándose en forma progresiva.
Todavía no hemos avanzado en la concientización que los seres humanos tenemos que ser considerados de modo holístico: Somos cuerpo, mente, emociones y nuestra espiritualidad (lo que podemos llamar alma).
Por esto, es importante que los conocimientos se brinden con estrategias de interrelacionamiento. Los niños y las niñas quieren conocer de modo total y no fragmentado. Es posible preparar los aspectos de la vida cotidiana de los infantes presentando situaciones donde desarrollen saberes de matemática, lengua, ciencias, artes y también, deportes.
Pero para lograr esta meta de trabajo interdisciplinario, los docentes tienen que “entrenarse” en la elaboración de sus proyectos en equipo. Unos a otros tienen que tener la generosidad de “enseñar” los aspectos que sus compañeros desconocen, así como la humildad de aceptar otras miradas o métodos. Finalmente, entre todos poder elaborar de un modo creativo y ameno, un módulo integrador que le brinde a los estudiantes la posibilidad de explorar, conocer, cuestionar, ensayar, investigar, aplicar. Arduo trabajo para toda la comunidad escolar.
Mira también ¿Qué es el Coaching Ontológico?
Por supuesto, esto se complejiza en la escuela Secundaria, donde los adolescentes desean “aprender” aspectos que los motive y que se adapten a sus gustos, habilidades y aspiraciones futuras.
Con el Modelo Coach Educativo preparamos estudiantes para que sepan reflexionar respecto de sus decisiones, para que puedan resolver los conflictos propios y los interpersonales. Asimismo, buscamos que estén preparados en el manejo de sus emociones, que acrecienten sus valores positivos. Les enseñamos a vivir con plena conciencia del aquí y ahora de sus pensamientos y acciones. Los preparamos para trabajar en equipo y así las competencias de unos ayudan a otros de modo tal que juntos y juntas potencien sus habilidades.
Más allá de las calificaciones, mirada y escucha atenta
¿Porqué será que estudiantes que tienen habilidades artísticas o bien deportivas, no tienen buenas calificaciones que les permitan aprobar las materias de matemáticas, historia, geografía, etc.?
¿Porqué alumnos y alumnas con una gran vocación para la realización de experiencias científicas o con competencias tecnológicas, tienen calificaciones deficientes en actividades físicas?
Necesitamos conocer a cada alumno y alumna en sus diferentes motivaciones, sus habilidades. Conocer cuáles son sus potencialidades y dificultades. De esta manera, quienes educan pueden presentar los temas para animarlos y les ayude como “palanca” para alentarlos a poner sus esfuerzos, para superar sus frustraciones en los aspectos que pueden resultarles más tediosos.
¿Cuántos colegios realizan un seguimiento sobre las potencialidades y las debilidades de cada estudiante? ¿Y sobre las emociones que algunos alumnos o alumnas no logran controlar, o cuáles son las que los motivan?
¿Qué profesor/a tiene el “tiempo” necesario para “escuchar” a sus estudiantes, de mirar cada uno a los ojos y preguntarles cómo se sienten; de demostrarles que cada uno es importante?
Entonces, ¿Cuáles son los aspectos que tenemos que considerar para “producir” cambios en educación que fortalezcan a cada niño, niña y adolescente para formar un ciudadano/a feliz y seguro?
¿Cómo educar alumnos y alumnas proactivos que puedan superar un entorno cultural de la queja o el pedido de asistencia permanente frente a la escasez material?
Retomar la enseñanza resiliente de nuestros ancestros inmigrantes que sólo contaban con su fuerza de voluntad y sus manos dispuestas al trabajo. Asimismo, los pueblos originarios de este territorio debieron adaptar sus comunidades frente a la colonización voraz.
En el modelo Coach Educativo, entrenamos la mirada y la escucha del docente para que cada estudiante sienta el acompañamiento que requiere; les brindamos tiempo para la reflexión y la comprensión para poder avanzar más allá de las habilidades propias y construir junto a su grupo un saber que puede servirle en su adultez.
Autora: Lic. Esther Peluffo