De la teoría de la resolución de problemas al enfoque salugénico
Por Laura Isanta
Vamos a imaginar que este es un “felizómetro” en el que te pido que indiques de 0 a 10 cuál es su nivel actual de felicidad.
Si sentís que te encontrás por debajo del punto medio, en este caso 5, buscarás un punto entre 0 y 5, y si sentís que te encontrás más que bien, buscarás una posición entre 5 y 10. Si te sentis bien, sin preocupaciones pero tampoco demasiado exultante, te posicionarás en 5, un bien.
Ahora adelantemos un paso más y pensemos en nuestra salud. Por lo general, nos levantamos y avanzamos en nuestras rutinas cotidianas sin registrar nuestro cuerpo. Si no percibimos alarmas o dolores no solemos detenernos y atenderlo. Pero si, por el contrario, un día despertamos con fiebre, la situación cambia. Seremos conscientes de los síntomas y nos sentiremos enfermos por debajo de nuestro nivel de salud (5).
¿Cuánto? Según la gravedad, será más cerca de 0 o más cerca de 5. Cuando esto ocurre tendemos a buscar una solución al problema. Por ejemplo, ir al médico, tomar un antifebril o llamar a nuestra abuela y preguntarle cuál era el remedio casero que nos daba cuando éramos niños y que resultaba tan efectivo. Cualquiera sea la solución que adoptemos, todas tienen el mismo objetivo, volver a 5. Regresar al status quo, al equilibrio. Claramente estaremos enfocados en eliminar lo que nos inquieta, lo que no queremos ver más, en este caso la fiebre. Y en la mayoría de los casos lo logramos. El remedio o el té de la abuela nos devuelven al equilibrio y a sentirnos bien (5).
En la gran mayoría de las situaciones nos contentamos solo con no tener problemas y nos pasamos los días resolviéndolos y buscando que vuelva al equilibrio toda situación desviada de él; luego nos sentimos muy bien cuando lo conseguimos. Lo que no está nada mal, pero es chiquitito, porque solo obtenemos resultados pequeños donde nada demasiado grave ocurre, pero tampoco nada grandioso. Nos sentimos bien, aunque difícilmente podemos decir que rebosamos de salud o felicidad. Es un punto promedio, de mínima.
El camino usado para restaurar el equilibrio es conocido como teoría de la resolución de problemas o enfoque sistemático. Se trata de un tipo de proceso lógico que comprende seis etapas:
- Identificar el problema (fiebre).
- Analizar alternativas de solución (ir al médico, tomar un antibiótico, tomar la receta de la abuela, etc.).
- Seleccionar una alternativa (que depende de 2).
- Poner en práctica la alternativa seleccionada (seguir el tratamiento).
- Determinar su eficiencia (si se retiró el síntoma, la fiebre).
- Revisar, cuando sea necesario, cualquiera de las etapas del proceso.
Este modelo es el que solemos utilizar y lo hacemos de forma automática. Se despierta en nosotros un impulso interior normativo que nos lleva mecánicamente a la búsqueda de soluciones que nos regresen al equilibrio.
En mi opinión, la mayoría de las veces utilizamos este camino no porque sea el mejor, sino porque nos resulta conocido y hemos aprendido a utilizarlo de generación en generación. ¿Hay otros caminos posibles? ¿Hay algún camino que nos lleve más allá de 5, del status quo, de 5 a 10?
Sí, lo hay, y para poder comenzar a transitarlo el primer paso que debe darse es cambiar la pregunta, para poder quitar nuestro foco del problema (en el ejemplo anterior, fiebre) y enfocarnos en lo que más queremos (bienestar). La pregunta que necesitamos hacernos es: ¿qué es lo que realmente quiero ver crecer?
He desarrollado un gráfico a partir del modelo salugénico, que también ha sido tomado y estudiado por especialistas en Indagación Apreciativa como Ronald Fry y Frank Barrett y por expertos en el campo del desarrollo organizacional positivo como Kim Cameron, Jane Dutton y Robert Quinn:
Unas preguntas pueden llevarnos a reparar y restaurar: ¿Qué es lo que me inquieta? ¿Cuál es el problema? ¿Qué nos impide avanzar? ¿Qué es lo que debo mejorar?
Otras a expandir: ¿Qué es lo que quiero ver más en mi vida? ¿Qué es lo mejor que me ocurrió hoy? ¿Con qué recursos cuento para transitar el proceso de cambio? ¿Qué es lo que mejor sé hacer? ¿Cómo puedo hacerlo crecer?
Podemos vivir ocupándonos apenas de volver al equilibrio aquello que se desvíe por debajo de 5, que es lo que comúnmente hacemos por supervivencia. Tenemos sed, tomamos agua y volvemos al equilibrio. Tenemos hambre, comemos algo y volvemos al equilibrio. Usamos el proceso de resolución de problemas todo el tiempo sin tener consciencia de ello. Lo hacemos con las cosas cotidianas y también con las complejas, desde equilibrar nuestro cuerpo hasta con las políticas públicas de un país, los vaivenes de la pareja, los desvíos de producción de una fábrica y la rotura de nuestro auto. Lo hacemos con nuestra vida cuando dedicamos más tiempo en huir de las posibles desgracias que en encaminarnos hacia la felicidad.
Podemos vivir reparando y arreglando lo que no funciona, eso nos garantizará el mínimo indispensable para nuestra supervivencia o para la efectividad de una empresa, pero difícilmente nos alcance para lograr felicidad y excelencia. Es muy poco probable que salgamos de la mera supervivencia y de este modo alcancemos una SÚPER vivencia, cómo a mí me gusta llamarla.
Todo ello conduce a una afirmación que puede parecer muy categórica: la ausencia de malestar no es sinónimo de felicidad. Para gestionar niveles óptimos de funcionamiento es necesario gestionar de forma activa y directa las emociones positivas y las fortalezas. Como ya hemos visto, no alcanza con reducir la tristeza; si bien es necesario en muchos casos, ésto es insuficiente si lo que buscamos es bienestar y felicidad. Tampoco reducir los problemas en una empresa nos permitirá alcanzar la excelencia. Hace falta además desarrollar las potencialidades y facilitar la innovación. Las empresas necesitan disminuir su orientación a corregir el déficit y aumentar su focalización en hacer crecer su potencial.
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